Justo antes de marcharme hacia la India era Navidad. Buscando en una librería de Gracia alguna novela que regalar, di con “Entrevista con la historia” de Oriana Fallaci. Un profesor de mi facultad, al que todo el mundo odiaba por macabro pero que a mí me encantaba (creo que también por macabro), solía hablar de ella con pasión y despertó mi intriga por conocer el trabajo de la periodista. Y, por qué no decirlo, también creció mi curiosidad por el profesor y su forma tan respetuosa de venerarla. No obstante, él siempre lamentaba que hubieran descatalogado este conjunto de 26 entrevistas a personajes contemporáneos. Así que al ver el libro desclasificado en una estantería y cubierto de polvo lo compré y lo metí en la maleta.
Ahora, en una estantería en Delhi donde también se cubre de polvo, lo estoy leyendo. Me ha fascinado el prólogo, por dos razones: por todo lo que contiene (un discurso increíble sobre el perfil de los líderes, la cuestionable historia que se cuenta en los libros, su oposición sistemática al mecanismo de poder, y la justicia del periodismo que juzga el presente) y por todo lo que dice de ella misma, de Oriana Fallaci. Me gustaría haber leído este prólogo antes y haber podido escuchar al profesor hablar de ella pero con la lección ya aprendida, para asentir, abrir todavía más los ojos, emocionarme y decir por dentro: es verdad, eso es muy de Oriana.
La entrevista a Indira Ghandi ha sido la primera que me he leído. La verdad es que al acabarla me he sentido como si me hubiera entrometido en sus cosas, como si la ex primera ministra india me hubiera descubierto revolviendo un cajón de su estudio. Siento que me he pasado de la raya y he osado saber mucho más de lo que se sabe sobre ella. ¡Quiero pedirle perdón! Al profanar su vida personal, he intuido una mujer fuerte, desafiante, muy pasional, cabezota, práctica, indignada y valiente. Y al escribir esto es cuando me doy cuenta de que estoy hablando de Indira Gandhi pero podría estar haciéndolo de Oriana Fallaci.
Espero no ofender, pero mi cabeza no para de establecer símiles entre ellas:
1 DOS PEQUEÑAS
Indira Gandhi, con trece años, mientras su padre Jawaharlal Nehru estaba en la cárcel, fundó la Monkey Brigade: un cuerpo de guerrilleros infantiles. “Seis mil niños que no siempre se limitaban a jugar a la guerra, sino que atacaban, a veces, los cuarteles ingleses. Guiados por ella”, escribe Fallaci en la introducción a la entrevista.
Oriana Fallaci, en su adolescencia, fue partisana en la Segunda Guerra Mundial. Por su participación en la Resistencia y por su activismo, el ejército la honoró a los 14 años. Su padre también estuvo encarcelado y fue torturado.
2 DOS GRANDES
Fallaci estuvo en todos los conflictos del momento. Conoció a los líderes que gobernaban el mundo. Ella misma dijo: “He conocido a más hombres poderosos que todos los que haya conocido Berlusconi y puedo asegurar que de cada diez, cinco eran unos pobres comemierdas. Así lo creo”.
Gandhi participó en todos los conflictos, se posicionó, no se limitó a ejercer el poder de forma pasiva, era decisiva en la escena internacional. Era una líder en una época en la que, según Fallaci, escaseaban. Era una de las grandes, había conquistado un trono democráticamente y ganó una guerra contra Estados Unidos y China, explica la periodista.
3 DOS SACRIFICIOS
Fallaci perdió en un extraño accidente a su compañero, el poeta Alexandros Panagoulis, figura de la resistencia griega contra la dictadura. Más tarde escribió “Carta a un niño que nunca nació”.
Indira Gandhi confesó a Fallaci que se casó no para tener un marido sino para tener hijos. Dejó morir su matrimonio porque decidió vivir en casa de su padre, Jawaharlal Nehru, para dedicarse a él, “haciendo enojar” a su marido. “Nunca he encontrado a ese alguien”, admitió.
4 DOS FINALES
La ex primera ministra apoyó la independencia de Pakistán oriental (Bangladesh) porque, como confiesa en la entrevista, no había más remedio. Luchó contra el nacionalismo del Punjab, que buscaba un país de confesión sij. Pero Indira Gandhi cayó a lo grande. En 1984, a los tres meses de ser reelegida, murió por 31 impactos de bala, disparados por sus guardaespaldas sijs.
Fallaci, en su última etapa, también sufrió un giro repentino. Se encerró en su apartamento de Nueva York. No salía, no contestaba al teléfono, y sus ventanas se cubrían de polvo. Fumaba sin descanso y tenía cáncer. Escribió “La rabia y el orgullo” y “La fuerza de la razón”, libros en los que hace una defensa de la civilización occidental frente al fundamentalismo islámico, que considera que invade Europa. Causó polémica y ha sido cuestionada como profesional.
Recuerdo cómo mi profesor hablaba de esta etapa de Oriana Fallaci con cierta vergüenza ajena, pero aún así la disculpaba porque consideraba que era fruto de su locura y de su tormentosa vida personal.
Es curioso lo que dijo Gandhi a Fallaci cuando le pidió una explicación de su personalidad (“¿quién hizo de usted lo que es?”). Dijo: “La vida que he tenido, las dificultades, la dureza, el dolor que he sufrido desde niña. Es un gran privilegio haber vivido una vida difícil y este privilegio lo han tenido muchos de mi generación”.
Y también es curioso lo que comenta Fallaci sobre el final de Gandhi: “Sucedió de improviso, cuando esa mujer increíble creía poder imponer su personalidad en una época que no puede permitirse el depender de un individuo exclusivamente. Pisó una piel de plátano, patinó y terminó: era inevitable”.