4 abr 2010

Tiempo muerto

Al norte de Calcuta



Todavía no estoy preparada para hacer disertaciones sobre el lado facha de Gandhi. Pero en este tiempo por aquí he podido entender el caos de algunos temas sociales, menos de manual y más de observar.
Hay veces que los asumes. Pero hay otras que pataleas y chocas contras muros.

Este es un fragmento de un email a mi mejor amigo, sobre el malestar que yo sentía justo cuando hacía tres meses de mi llegada a la India. Y no malestar personal. Creo que eran mis primeras lágrimas por un colectivo, por millones de personas. Como cuando lloras de rabia, que no quieres hacerlo pero la indignación sale en estado líquido en vez de con palabras coherentes:

“Suposo que ajuda veure la merda de món d'aquí, que et fa dubtar de tot el teu món. No sé, és molt bèstia veure com la gent realment sobreviu dia rere dia i és molt frustrant saber que no pots fer res. Et fa desconfiar de com es mouen les coses, perquè si realment predominés el ‘bé’ sobre el ‘mal’, les coses no anirien així. No sé, només volia explicar-te que estic baixa d'ànims, que això és més dur del que t'explico i que em planteja moltes qüestions morals. I que això, encara que no és el meu món, ni la meva ciutat, ni res, afecta, perquè fa molta pena veure el patiment, l’hostilitat i la poca humanitat”.

Los residentes en la India no indios dicen que, cada tres meses, hay que salir del país para despejarse un poco. Hablan de ello como algo habitual. “¿A dónde vas para tu parón?”. Se da por supuesto, está extendido. Y da igual que sea sólo un fin de semana, tres días…
No entendía muy bien qué diferencia había en cruzar una frontera o no cruzarla. Bueno. Pues creo que ya sé a qué se refieren. Buscan la medicina contra la saturación. Insensibilizarse en el país que alardea de su espiritualidad.

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