Acabar la jornada laboral en un comisaría a las afueras de Delhi fue, al principio, tenso; cuando ya se resolvió todo, una aventura; y durante todo el proceso, indignante. Con alguna licencia poética añadida, este es el relato de los hechos –que no la explicación, porque no la hay- incluido en la denuncia que presenté en la comisaría.
El conductor de la oficina y yo fuimos a un barrio donde creíamos que podíamos encontrar montañas del llamado e-waste, basura electrónica que se acumula a las afueras de las ciudades y para la que no existe una estructura organizada de reciclaje en la India (licencia de blog: sin mencionar que la India es un gran productor de tecnología y que, encima, importa este tipo de deshechos de países como Estados Unidos, que los envían en forma de material caritativo).
Aparecimos en una calle donde en tenderetes vendían piezas sueltas: carcasas de torres de ordenador, cables, móviles… Saco la cámara para tomar una imagen de la calle y el vendedor de una de las tiendas sale escopeteado a decirme que no, que no y que no. En inglés muy básico -para que me entienda- me identifico, le explico para quién trabajo y le digo –con muy buenas palabras- que tengo permiso del Gobierno. Sigue diciéndome que no y, renunciando a mi derecho a la información, opto por ser prudente y le digo al conductor que nos vayamos a otra zona, para cuando ya nos rodeaban con toda seguridad más de 150 personas. Todas gritándonos que no. Me cogen la cámara, el micrófono. Me empujan. Los recupero de un estirón y le vuelvo a decir al conductor que nos intentemos ir. Me mira y me dice que no puede. Lo agarran por los brazos y no le dejan ir. Intento hablar con el vendedor que ha montado el follón: “You tell me no Photo. Ok, no photo. So we go. What's the problem?”. Llama a la policía y nos dice que hasta que no vengan, no nos movemos de ahí. Estamos rodeados, y entre toda esta tensión, por la violencia, por la inseguridad, por no saber cómo resolver sin palabras el conflicto salido de la nada… cortocircuito: ¡Quien tendría que llamar a la policía soy yo!
Esperamos a que lleguen los dos agentes. Como era de esperar, no resuelven nada. No saben mediar. Además, actuar en este caso no les da dinero. Viene un niño con una pistola de agua de plástico, y, asombrosamente serio, se planta frente a uno de los agentes y le dispara; después se marcha tranquilo. Esta es la credibilidad y el respeto del cuerpo analfabeto. Mientras tanto, la secretaría de Efe, Shilpi, ya ha hablado por teléfono con varios energúmenos de las tiendas y con la policía durante horas. No acaban con el no problema ni tampoco me dejan ir. Ante esta situación tan inexplicable, que sin haber hecho nada y queriéndome retirar desde un principio no me dejan marchar y nos retienen durante varias horas, se planta Efe en el todoterreno de la policía de la embajada (un miembro del cuerpo de la Policía Nacional y otro del Centro Nacional de Inteligencia). Los tendederos, inquietos, ven que han liado un pollo considerable. Me ofrecen una botella de Sprite. Aunque ellos son mayoría, aquí las cosas se ganan a gritos, amenazas y mostrando una posición social superior. Se revierte la situación. Nos vamos y la policía de la embajada obliga a los policías indios a detener a los tres máximos responsables de la pelea.
En comisaría, escribimos esta queja, que no se formaliza porque no le da la gana al comisario jefe (que bosteza sin parar mientras le contamos lo sucedido). Como en el colegio, vienen los tres detenidos y nos piden perdón. Así se solucionan las cosas… para que la policía pueda extorsionar en el futuro a estos vendedores, amenazándoles con formalizar nuestra queja en denuncia, poniendo un sello a nuestro papel. A todo esto y ya casi por curiosidad, pedimos al cuerpo que nos deje volver al lugar y que nos ofrezca protección policial. Obviamente, eso no ocurre.
Las conclusiones son muchas: una democracia en la que sus ciudadanos no conocen los derechos y libertades; un cuerpo policial de risa, inefectivo, del que no se puede esperar nada; instinto animal de supervivencia: me quieren quitar la tienda, mi único medio de subsistencia, y reacciono atacando; inseguridad ciudadana; prevalencia del sistema de castas y de posiciones sociales; con prudencia no estás a salvo de los conflictos; bochorno por no poder resolver una situación sin poder físico; y mis brazos quemados por haber estado expuesta demasiadas horas al sol.
Qué te voy a decir, Nina, que cada vez me pareces más valiente. Espero que pese a todas las trabas y todos los tropiezos, no te desanimes y sigas buscando la noticia como hasta ahora.
ResponderEliminarÁnimo!
Siento no haber leído este post cuando fue escrito (no estaba en Bogotá), pero sin duda he de decirte que envidio tu capacidad de ver y respirar las cosas que te están sucediendo. De sobrellevar los momentos duros...de aprender de ellos. :)
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