Siempre me pasa lo mismo. Cuando me obligo a escribir, no me salen las palabras. Aplazo mis deberes. Alargo la espera hasta cumplir con la obligación con pasatiempos absurdos, cosas que nunca haría si no fueran la excusa para driblar una tarea pendiente. Lo más incomprensible es que son cosas impuestas por mí. En teoría, el hecho de que uno mismo escoja qué hacer y qué no, y cuándo, debería proporcionar relajación. Pero esta libertad se vuelve en angustia, siempre, en los instantes previos a saciar mi compromiso con una cruz en el calendario. La cama deshecha y yo sentada frente al portátil. A menudo echo de menos la imaginación y las ideas desordenadas, contradictorias y provocativas de la adolescencia, que me llevaban a escribir textos sin sentido pero con una sonoridad ingeniosa. Pues bien, parece que sólo alimento esta imaginación en los instantes previos a la realización de la tarea, porque se me ocurren mil y una cosas que poder hacer antes que enfrentarme a la pantalla, a mis capacidades. Temo que mi estabilidad emocional haya ido en detrimento de las ideas. La cama desecha, yo sentada frente al portátil, suena una canción cantada con voz rasgada, el ventilador levantando revistas y papeles, también sobre la cama; la taza de té vacía, se me han acabado las cosas de picar –pienso-, las bocinas de la calle a lo lejos, y me da la sensación de que me pesan las gafas, como si estuvieran hechas de plomo y las hubiera llevado durante días.
Después de unos minutos, creo que ya he superado esa angustia del pre- algo. Ya he roto el hielo. Le he perdido el respeto al teclado, a mis críticas y a las de los demás. Es el momento de cumplir con mi obligación, engañándome a mí misma y haciéndome creer que no estoy haciendo una tarea sino dejándome llevar. Ahora es una locura premeditada (con la taza llena, algo de picar, y el volumen de la música bajado al mínimo nivel).
Me quedo con la boca abierta, has descrito al detalle mi tarde! (Cama desecha, vaso de té vacío y picoteo, sólo faltan los papeles que caen de la mesa al suelo). Qué gracia jejeje. Sí, creo que va siendo hora de sacar las pinturas.
ResponderEliminarBonita foto, por cierto.
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