14 jun 2010

Destacamento 88



La edición asiática de la revista Time explica por qué está triunfando la unidad policial antiinsurgencia en Indonesia:

- Una campaña decidida contra el terrorismo por parte del país.

- Cuerpo formado por musulmanes (entrenado por estadounidenses). Durante los interrogatorios, permiten a los detenidos parar para rezar. A veces, interrogado e interrogador lo hacen juntos.

- El cuerpo entiende la psique de los terroristas (sin Guantánamos). No los considera criminales intratables sino almas ideológicamente confundidas, que han interpretado mal el Corán.

- Persiguen a los terroristas mediante el sistema legal corriente, y sin una ley especial que huela a dictadura. Es decir, no a las detenciones indefinidas que puedan desembocar en posterior radicalización.

Y el artículo recuerda que Indonesia está formado por 17.000 islas y que es el país con más población musulmana.


1 jun 2010

Dos: Fallaci y Gandhi

Justo antes de marcharme hacia la India era Navidad. Buscando en una librería de Gracia alguna novela que regalar, di con “Entrevista con la historia” de Oriana Fallaci. Un profesor de mi facultad, al que todo el mundo odiaba por macabro pero que a mí me encantaba (creo que también por macabro), solía hablar de ella con pasión y despertó mi intriga por conocer el trabajo de la periodista. Y, por qué no decirlo, también creció mi curiosidad por el profesor y su forma tan respetuosa de venerarla. No obstante, él siempre lamentaba que hubieran descatalogado este conjunto de 26 entrevistas a personajes contemporáneos. Así que al ver el libro desclasificado en una estantería y cubierto de polvo lo compré y lo metí en la maleta.

Ahora, en una estantería en Delhi donde también se cubre de polvo, lo estoy leyendo. Me ha fascinado el prólogo, por dos razones: por todo lo que contiene (un discurso increíble sobre el perfil de los líderes, la cuestionable historia que se cuenta en los libros, su oposición sistemática al mecanismo de poder, y la justicia del periodismo que juzga el presente) y por todo lo que dice de ella misma, de Oriana Fallaci. Me gustaría haber leído este prólogo antes y haber podido escuchar al profesor hablar de ella pero con la lección ya aprendida, para asentir, abrir todavía más los ojos, emocionarme y decir por dentro: es verdad, eso es muy de Oriana.

La entrevista a Indira Ghandi ha sido la primera que me he leído. La verdad es que al acabarla me he sentido como si me hubiera entrometido en sus cosas, como si la ex primera ministra india me hubiera descubierto revolviendo un cajón de su estudio. Siento que me he pasado de la raya y he osado saber mucho más de lo que se sabe sobre ella. ¡Quiero pedirle perdón! Al profanar su vida personal, he intuido una mujer fuerte, desafiante, muy pasional, cabezota, práctica, indignada y valiente. Y al escribir esto es cuando me doy cuenta de que estoy hablando de Indira Gandhi pero podría estar haciéndolo de Oriana Fallaci.

Espero no ofender, pero mi cabeza no para de establecer símiles entre ellas:


1 DOS PEQUEÑAS

Indira Gandhi, con trece años, mientras su padre Jawaharlal Nehru estaba en la cárcel, fundó la Monkey Brigade: un cuerpo de guerrilleros infantiles. “Seis mil niños que no siempre se limitaban a jugar a la guerra, sino que atacaban, a veces, los cuarteles ingleses. Guiados por ella”, escribe Fallaci en la introducción a la entrevista.

Oriana Fallaci, en su adolescencia, fue partisana en la Segunda Guerra Mundial. Por su participación en la Resistencia y por su activismo, el ejército la honoró a los 14 años. Su padre también estuvo encarcelado y fue torturado.

2 DOS GRANDES

Fallaci estuvo en todos los conflictos del momento. Conoció a los líderes que gobernaban el mundo. Ella misma dijo: “He conocido a más hombres poderosos que todos los que haya conocido Berlusconi y puedo asegurar que de cada diez, cinco eran unos pobres comemierdas. Así lo creo”.

Gandhi participó en todos los conflictos, se posicionó, no se limitó a ejercer el poder de forma pasiva, era decisiva en la escena internacional. Era una líder en una época en la que, según Fallaci, escaseaban. Era una de las grandes, había conquistado un trono democráticamente y ganó una guerra contra Estados Unidos y China, explica la periodista.

3 DOS SACRIFICIOS

Fallaci perdió en un extraño accidente a su compañero, el poeta Alexandros Panagoulis, figura de la resistencia griega contra la dictadura. Más tarde escribió “Carta a un niño que nunca nació”.

Indira Gandhi confesó a Fallaci que se casó no para tener un marido sino para tener hijos. Dejó morir su matrimonio porque decidió vivir en casa de su padre, Jawaharlal Nehru, para dedicarse a él, “haciendo enojar” a su marido. “Nunca he encontrado a ese alguien”, admitió.

4 DOS FINALES

La ex primera ministra apoyó la independencia de Pakistán oriental (Bangladesh) porque, como confiesa en la entrevista, no había más remedio. Luchó contra el nacionalismo del Punjab, que buscaba un país de confesión sij. Pero Indira Gandhi cayó a lo grande. En 1984, a los tres meses de ser reelegida, murió por 31 impactos de bala, disparados por sus guardaespaldas sijs.

Fallaci, en su última etapa, también sufrió un giro repentino. Se encerró en su apartamento de Nueva York. No salía, no contestaba al teléfono, y sus ventanas se cubrían de polvo. Fumaba sin descanso y tenía cáncer. Escribió “La rabia y el orgullo” y “La fuerza de la razón”, libros en los que hace una defensa de la civilización occidental frente al fundamentalismo islámico, que considera que invade Europa. Causó polémica y ha sido cuestionada como profesional.


Recuerdo cómo mi profesor hablaba de esta etapa de Oriana Fallaci con cierta vergüenza ajena, pero aún así la disculpaba porque consideraba que era fruto de su locura y de su tormentosa vida personal.

Es curioso lo que dijo Gandhi a Fallaci cuando le pidió una explicación de su personalidad (“¿quién hizo de usted lo que es?”). Dijo: “La vida que he tenido, las dificultades, la dureza, el dolor que he sufrido desde niña. Es un gran privilegio haber vivido una vida difícil y este privilegio lo han tenido muchos de mi generación”.

Y también es curioso lo que comenta Fallaci sobre el final de Gandhi: “Sucedió de improviso, cuando esa mujer increíble creía poder imponer su personalidad en una época que no puede permitirse el depender de un individuo exclusivamente. Pisó una piel de plátano, patinó y terminó: era inevitable”.


25 may 2010

Tíbet, en un abrir y cerrar de ojos

Monjes budistas en el templo del Dalai Lama en Dharamsala


Hace unos años, Richard Gere decidió hacer una donación para reformar la carretera que lleva hasta el domicilio particular del exiliado Dalai Lama, en Dharamsala. Ojalá pudiera decir que se nota. Lo que en realidad se nota –y durante las 13 horas de viaje en autobús desde Delhi- son los baches de las carreteras, a ratos de tierra, a ratos de cemento agrietado, a ratos estrechas, a ratos oscuras, y a muchos ratos de montaña.

Imposible dormir, pero cierro los ojos.

Los abro. Temperatura agradable en Mc Leod Ganj, a pocos kilómetros de Dharamsala. De fondo, la cordillera del Hilamaya con algunos picos nevados. El aire que se respira es… ¿cómo decirlo? Aire. Parece que la gente tiene más ganas de hablar que en Delhi.

Cierro los ojos. Duermo unas horas en una cama dura pero una cama, que además no cuesta más de un euro y medio la noche. Baño propio y vistas.

Abro los ojos. Mis compañeros de viaje y yo comemos en un restaurante tibetano. Algunos jóvenes, exiliados desde que tienen conciencia, se entretienen con el portátil de uno de ellos. Es un poco raro: de fondo suena música budista pero se mezcla con la que ellos ponen desde su ordenador, que suena a todo menos a Asia. “My hero” de Mariah Carey, entre muchas otras aberraciones. Hablo con Jemyal. Él hace sólo cuatro años que emigró a Dharamsala. Dice que no está “homesick” pero que él misses home. Le pregunto por qué se fue del Tibet. Me dice que por muchas razones… pero se nota cuál es la de peso, porque luego añade: “¿debo decirte por qué? ¿no eres periodista?”. Ya tengo su reacción. Me despido de su negra melena y sus ojos achinados. Y yo los cierro de nuevo.

Los abro. Me acuerdo que esta ciudad es la de la sede del gobierno tibetano en el exilio. Es verdad que no parece la India, pero tampoco se respira tensión, actividad, implicación. Y es que son más de 50 años. Hablo con un artista y profesor de una escuela tibetana en la ciudad. Dice que va por el mundo explicando su causa. Nos enseña fotos plastificadas. Están un poco sucias, pero seguro que es porque las ha enseñado mucho, y eso lo hace entrañable. Se le ve más joven en las imágenes. Le pregunto por la fecha de estas conferencias. Son de 2001, dice. Me pregunto si la situación de esta nación es reversible, después de tanto tiempo. Acabamos la conversación, se levanta y se va. Cojea de una pierna.

Cierro los ojos. Ahora en el bus de vuelta. Es peor que el de ida. Los baches hacen que bote y que mi trasero se despegue por completo del asiento, como en las montañas rusas. Imposible dormir, así que los abro. Hay un par de grupos de chavales jóvenes, que probablemente hayan acabado los exámenes y hayan pasado unos días de viaje. No callan. Hablan mucho, de todo, y muy alto. Es de noche y el conductor apaga las luces interiores del autobús y ellos deciden encender una linterna, que enfocan hacia el techo. Dos de ellos hacen figuritas de sombras con sus manos. Cuentan la historia de dos personajes: a uno no lo identifico y al segundo le ponen voz de oso pero emite ladridos. Cuando pasan del hindi al inglés, oigo la siguiente historia: uno le ofrece al otro una sesión de sexo, que rechaza porque no tiene preservativos. El otro emite un ladrido, le dice que es igual y se lanza sobre la otra sombra. Cuando acaban de hacer sus cosas, el bicho le dice al personaje no identificado que tiene el sida. Carcajadas durante un buen rato. Sabía que la adolescencia era dura, pero quiero pensar que en la India, con una notable tensión entre la tradición y la modernidad, quizá se acentúe algo más.

Decido cerrar los ojos con todas mis fuerzas y limitarme a pensar. El pueblo tibetano de Dharamsala, después de más de 50 años, es demasiado maduro. Me da la sensación de que le falta la fuerza y la improvisación de la juventud, y sus ganas. Pero estoy convencida de que las dejan ver, si hurgas un poco. Ni el turismo tanto de indios como –sobre todo- de extranjeros, ni los cursos de yoga y Reiki, ni el trekking deben hacer sombra a los carteles viejos colgados por las calles, la sede del partido nacionalista, sus jóvenes con carácter… que viajaron hasta el Himalaya y no precisamente por un viaje de final de curso. Estos sí tienen la pasión a flor de piel.


18 may 2010

Antibiótico

Plañidera en el cementerio musulmán de Nizzamudin


La recibí con una infección estomacal, la segunda que paso aquí. Me encontraba mal, y no sólo físicamente. Yo acababa de llegar de unos días de vacaciones en Europa, maravillosos, así que de vuelta a Delhi vi el 2010 cuesta arriba. Aunque mi ánimo no fuera el mejor, me vi forzada a relajar mi sonrisa contenida, por lo menos para que mi visita se encontrara a gusto.

Quería ser la anfitriona perfecta pero las condiciones no eran las mejores, más allá del tremendo calor del mes de mayo. Durante estos días, sin embargo, ella consiguió cambiarlas, aunque probablemente no lo sepa.
Mi pidió que pusiera música mientras cocinábamos, y me di cuenta de que había pasado días sin escuchar ni una sola canción. Paseamos por barrios de la ciudad a los que hacía tiempo que no iba, otros que ni si quiera había descubierto, otros a los que había decidido no volver y recordé por qué. Conseguí acordarme de mis pasos los primeros meses aquí. Cómo te sientes bien al descubrir cosas y dar respuesta a los interrogantes que se plantean mientras pateas esta cultura –“y esto ¿por qué lo hacen?”-; al reflexionar sobre cómo van las cosas aquí sin llegar a que la indignación te ponga de mal humor; al mirar y no acordarse de que te están mirando todo el tiempo; al dejar que te guste la ciudad pese a que los mochileros que se creen más auténticos la esquivan; y al acordarte de la oportunidad que tienes y no sólo de todo lo que pierdes.

Después de las primeras dosis de antibiótico, mi infección se fue esfumando. Aunque todavía tengo el estómago algo revuelto, agradezco la eficacia de la pastilla amarilla que me recetaron, aquí en la India.

10 may 2010

Brilla por su ausencia









Un artista 'kitsch' indio abrillanta la obra de Dalí con purpurina


Nina Tramullas

Nueva Delhi, 30 abr (EFE).- Hasta ahora conocido en la India por su diseño de carteles 'kitsch' de Bollywood, el artista cachemir Baba Anand (1961) ha sucumbido a su mayor fantasía infantil: trabajar sobre la obra de Salvador Dalí... abrillantándola con purpurina.


"A los trece años vi un libro sobre Dalí y me encantó", dijo Anand, autor de la exposición 'The Major Arcana' (Los arcanos mayores) en Nueva Delhi.Los relojes blandos, los ojos, las lágrimas, las calaveras y las rosas son algunas de las constantes de Dalí que Anand ha copiado y recreado en su exposición, en la que se exhiben cuadros, sillas y esculturas con estos motivos.


La mayoría de las piezas de la exposición están basadas en la serie lúdica 'Tarot', que Salvador Dalí hizo para su mujer y musa, Gala. El surrealismo de Dalí ha sido condimentado por Anand con un punto 'kitsch', en un proceso de dar brillo a cuadros que "ya tenían color", según el artista indio. El resultado es un Dalí espolvoreado de purpurina.


Anand, quien lleva quince años leyendo el tarot, destacó que la baraja de Dalí "no es conocida en la India" y que espera poder extender las cartas surrealistas por Asia, puesto que tiene previsto llevar su exposición por distintos países del continente.


En los últimos dos años, Anand ha estudiado al maestro surrealista a través de la lectura de libros y en el Centro Pompidou de París, donde se exponen algunas de sus obras. Su amor incondicional hacia Dalí recae tanto en el personaje como en su obra, aunque su pasión al hablar sobre su carácter revela que pesan mucho los motivos ajenos al arte.


"Era excéntrico, genial, pero también un visionario. Es fascinante que fuera tan cíclico y avanzado a su tiempo, y me identifico completamente con esto", dijo Baba Anand, quien se consideró sin pudor "muy intuitivo y cíclico, también".


El artista 'kitsch' dijo haber soñado en varias ocasiones con Dalí: "Simplemente lo amo, he visto su trabajo en París y lo amo, amo su trabajo, me emociona mucho, me afecta en algún lugar aquí en el estómago".


Un tanto avergonzado, Anand admitió no haber visitado nunca el Teatro-Museo de Salvador Dalí en Figueres (noreste de España), aunque aseguró que antes de que finalice el año viajará para conocer la obra del excéntrico artista en su ciudad natal.


Esta exposición, que cerrará sus puertas el 17 de mayo, ha supuesto un cambio de rumbo en la trayectoria de Baba Anand, que ha sustituido el 'collage' y la pintura de los carteles de Bollywood a los que estaba acostumbrado por óleos, bordados a mano, hojas de oro de 24 quilates y piedras semipreciosas.


Baba Anand se dio a conocer en la India en 2001, con su exposición de pop-art de Bollywood 'Kitsch Kitsch Hota Hai', en la que de nuevo trabajó sobre un material ya existente: la célebre película india 'Kuchh-Kuchh Hota Hai'."Dalí puede despertar reinterpretaciones creativas en el contexto del arte contemporáneo indio", afirmó Anand sobre su nuevo ámbito de actuación.




27 abr 2010

Orgullo a lo Monty Python

Minutos antes del inicio de la ceremonia del cierre de la frontera indopaqustaní


Se venden viseras, banderas, postales, fotografías, vídeos… de camino a la ceremonia del cierre de la frontera entre la India y Pakistán, a 30 kilómetros de Amritsar (Punjab). Hasta Wagah Border se acercan miles de indios y de paquistaníes. El público se sienta en las gradas y anima durante los minutos previos a la ceremonia de arriar las banderas de sendos países, al atardecer cada uno en su lado de la frontera.

En el lado indio, el público ameniza la espera con relevos en los que los testigos son enormes banderas del país, con los ánimos de la congregación. Más tarde, a cada lado de la frontera se pone música típica del país, bien alta para que no se oiga la de los contrarios. Las chicas indias no pueden resistirse a las canciones de Bollywood y salen a bailar a la carretera, una especie de “chúpate esa” hacia las mujeres paquistaníes, con menos libertades y sentadas en una grada separada a la de los hombres.

Un animador calienta el ambiente con el grito “Hindustan Zindabad” (viva el Indostán), y el público cumple y lo apoya vociferando su patriotismo, mientras el lado paquistaní hace lo propio.

Poco después empieza el teatro de los soldados de las fuerzas fronterizas: Patadas al aire a lo Monty Phyton, con caras serias y concentradas; concurso de a ver quién aguanta más rato gritando por el micro sin coger aire; varios desfiles por la carretera procurando la mayor coordinación… A mí, sinceramente, me parece ridículo, como dos grupos de animadoras de universidades rivales, enfrentadas en los típicos retos en los que tras cada ejercicio de un equipo responde el otro, con un número todavía más espectacular.
Tras los ejercicios de tonificación del orgullo nacional, suena la corneta, ambas fronteras abren las verjas, se saludan los soldados manteniendo una postura desafiante, en guardia, y arrían las banderas.

Los soldados cierran la verja de la India de un portazo, pero tras ella se puede ver el color verde de las letras de la puerta corredera de atrás: “Pakistán”. Yo no sabría decir si este espectáculo es una manera de enfervorecer a la masa y promulgar el odio mutuo, o por el contrario es un ejercicio de respeto y señal de convivencia. Lo que queda claro es que unos y otros quieren que así sea, salen de la ceremonia con el guapo subido, con la sensación de estar satisfechos, anchos, encantados de haberse conocido.

19 abr 2010

Masala Olvido

Amigotes en el Qutub minar de Delhi



Alaska ha estado de visita oficial en Delhi dando una charla sobre la Movida madrileña apoyada por la proyección de “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”, y también ofreciendo una sesión de música como pinchadiscos.

Después de dejarme sorprender por la locuacidad de la artista en inglés y, más aún, por su discurso, me vi obligada a ir a verla al frente de los platos. Sinceramente, la actividad organizada sonaba muy bien como entretenimiento de españoles, pero no daba un duro por la audiencia india.

(Antes de que la historia prosiga, como apunte cultural se ha de recordar que aquí las parejas no suelen mostrarse cariño en público. Sin embargo, los hombres, entre ellos, se tocan, caminan de la mano, cogidos por los dedos meñiques, o con el brazo sobre el hombro de su amigo… como señal de amistad. Hace pocos meses despenalizaron las relaciones homosexuales en la India. Aunque es un paso adelante para los derechos del colectivo, la sociedad va un paso por detrás y todavía no se percibe una reacción a esta medida: por la calle se sigue viendo lo mismo de poco que antes, excepto el cariño entre amigotes, claro).

Pues bien, Olvido mezcló temas de Britney Spears, MGMT, Alaska… bastante divertido. La verdadera movida, sin embargo, fue llegando a medida que pasaban las horas y el lugar se llenaba de indios homosexuales de Delhi y de otras partes del país. Estoy segura que la mayoría de ellos no sabrían traducir “tú y yo a la fiesta” ni “a quién le importa”, pero a juzgar por sus manos alzadas y sus caderas libres, sabían lo que significaba.

En un momento de la noche, fui al baño de chicas, que estaba custodiado por un vigilante. Pasé y, mientras hacía cola, entró un indio esquivando al vigilante. Se miró al espejo, se retocó el pelo, se ajustó un poco más la camiseta y se marchó. Durante los 30 segundos que debió durar esta visita al lavabo, la cara de circunstancias del vigilante -sin saber si decir algo y, aún más, qué decir- fue hilarante, de cámara oculta.

En esta burbuja aislada de la India se coló algo de masala (especias típicas del país). Pero en mi imaginación todo fue almodovariano porque el indio le habría contestado al vigilante en perfecto castellano de Chueca y con aliento a gazpacho: “Yo soy así, y así seguiré”.

16 abr 2010

I never ask for it

Protesta en Calcuta (Blank Noise)


A 43 grados es complicado ir por la calle igual de tapado que en invierno.
Aunque en realidad, a principios de año, que hacía fresco, ya se sentía una observada.
Te decían: “Es que eres extranjera. Y claro, encima tan blanquita… pues te miran”.
Con el tiempo, sabes que detrás del ser “blanquita” se esconde la visión que se tiene de los occidentales: promiscuos, banales, poco espirituales, inferiores.
Y eso –lo de ser promiscuo, claro- despierta curiosidad.
Pero resulta que también las indias sufren las miradas y el acoso, y seguramente son víctimas de más juicios, porque ellas no tienen la excusa de ser extranjera y que se lo perdonen casi todo.
“I never ask for it”, colgaron las indias hace poco como estado en sus cuentas de Facebook.
Era una campaña de la plataforma Blank Noise, en contra el acoso verbal y no verbal que sufren las mujeres, por su forma de vestir.
Pues que no provoquen, tienen que escuchar a menudo.
En Calcuta, un grupo de universitarias decidieron salir a la calle con las dupatas, saris, uniformes de escuela… que llevaban en el momento en que fueron acosadas.
Las pasearon en perchas, en una especie de pequeña manifestación, y las extendieron por las aceras.
El problema fue que tuvieron que avisar a la gente de que se trataba de una reivindicación, no de un mercadillo.
La falta de práctica.

Como anexo, la declaración de Mulayam Singh Yadav, del Samajwadi Party, sobre la cuota reservada para mujeres en el Parlamento indio, como medida de discriminación positiva: “If the women’s reservation bill were to be passed in its existing form, it would result in flooding the parliament and state legislatures with wives of government officials and women connected with big industrial houses, thereby provoking young men to indulge in eve-teasing”.


5 abr 2010

La casa de los Bhutto

Fatima Bhutto el domingo, en Delhi


El domingo pensaba ir a una charla de Fatima Bhutto, sobrina de la asesinada Benazir, también del fallecido en extrañas circunstancias Shahnawaz, e hija del tiroteado Muratza. Quería ir porque me parecía interesante y porque esperaba que su charla sobre la política dinástica consiguiera dar respuestas a algunas de mis preguntas, dado que me encontraba leyendo –y todavía me encuentro- el capítulo cinco del libro sobre la India “In spite of the gods”: “Long live the sycophants! The congress Party’s continuing love affair with the Nehru-Gandhi dynasty”. La India y Pakistán, pese a su rivalidad y diferencias, tienen alguna que otra cosa que comparten.

Además, por qué no admitirlo, tenía la curiosidad típica que despierta un culebrón: quería ver cómo era la rebelde de los Bhutto, la que no se puede ver con sus primos –ni con Bilawal, el actual líder del Partido Popular de Pakistán-, la que decía que Benazir Bhutto estaba bien como tía pero fatal como primera ministra paquistaní, y la que ha acusado al presidente Asif Ali Zardari -padre de Bilawal, viudo de Benazir- de haber sido responsable del asesinato de su padre. No está mal, ¿no?

Fui, vi, y aprendí algunas cosas.

Tengo que decir que, aunque comparto algunas opiniones de Fatima Bhutto, me dio la sensación de que su actitud transgresora respecto a su familia la ha hecho creer contar con una superioridad moral. No sabría decir cuánto es de real y cuánto es de pose intelectual, una reacción comprensible del escritor que quiere vender su nuevo libro, por otra parte. Esta foto que acompaña al texto está hecha rápida, como para no molestar al público asistente. Pero hay que decir que el gesto congelado de ella, altiva, –captado fatal y a medias- lo repitió varias veces. Respondió a las preguntas con cinismo, dando cortes, haciendo juegos de palabras pero sin argumentar… Se le perdona porque antes de la charla había dado demasiadas respuestas en entrevistas con la prensa, por la presentación de su libro “Songs of blood and sword”. Y quién sabe si el pasado puede hacerle a uno cínico: En su adolescencia, tras conocer el asesinato de su padre, se dice que llamó a Zardari preguntándole si sabía qué había pasado, y él le respondió con un escupitajo irónico, algo así como: “Ah… ¿no lo sabes? Lo han matado a tiros”. Zardari estuvo encarcelado un tiempo, cumpliendo condena por corrupción y por inducción al asesinato de un miembro de su familia, pero en la actualidad no tiene cargos.

Y después de la telenovela, pasamos a lo que vamos: La filosofía de Fatima es rechazar convertirse en heredera política, dar paso a las nuevas generaciones, poder decir lo que piensa desde su profesión como escritora, luchar por los partidos democráticos, y distanciarse de la corrupción y asesinatos que han envuelto a su familia. Lamentablemente, los Gandhi también tiene un poco de todo esto, aunque sin una Fatima.


4 abr 2010

Tiempo muerto

Al norte de Calcuta



Todavía no estoy preparada para hacer disertaciones sobre el lado facha de Gandhi. Pero en este tiempo por aquí he podido entender el caos de algunos temas sociales, menos de manual y más de observar.
Hay veces que los asumes. Pero hay otras que pataleas y chocas contras muros.

Este es un fragmento de un email a mi mejor amigo, sobre el malestar que yo sentía justo cuando hacía tres meses de mi llegada a la India. Y no malestar personal. Creo que eran mis primeras lágrimas por un colectivo, por millones de personas. Como cuando lloras de rabia, que no quieres hacerlo pero la indignación sale en estado líquido en vez de con palabras coherentes:

“Suposo que ajuda veure la merda de món d'aquí, que et fa dubtar de tot el teu món. No sé, és molt bèstia veure com la gent realment sobreviu dia rere dia i és molt frustrant saber que no pots fer res. Et fa desconfiar de com es mouen les coses, perquè si realment predominés el ‘bé’ sobre el ‘mal’, les coses no anirien així. No sé, només volia explicar-te que estic baixa d'ànims, que això és més dur del que t'explico i que em planteja moltes qüestions morals. I que això, encara que no és el meu món, ni la meva ciutat, ni res, afecta, perquè fa molta pena veure el patiment, l’hostilitat i la poca humanitat”.

Los residentes en la India no indios dicen que, cada tres meses, hay que salir del país para despejarse un poco. Hablan de ello como algo habitual. “¿A dónde vas para tu parón?”. Se da por supuesto, está extendido. Y da igual que sea sólo un fin de semana, tres días…
No entendía muy bien qué diferencia había en cruzar una frontera o no cruzarla. Bueno. Pues creo que ya sé a qué se refieren. Buscan la medicina contra la saturación. Insensibilizarse en el país que alardea de su espiritualidad.

31 mar 2010

Carta de denuncia

Todavía queda un largo camino por recorrer (Calcuta)



Acabar la jornada laboral en un comisaría a las afueras de Delhi fue, al principio, tenso; cuando ya se resolvió todo, una aventura; y durante todo el proceso, indignante. Con alguna licencia poética añadida, este es el relato de los hechos –que no la explicación, porque no la hay- incluido en la denuncia que presenté en la comisaría.

El conductor de la oficina y yo fuimos a un barrio donde creíamos que podíamos encontrar montañas del llamado e-waste, basura electrónica que se acumula a las afueras de las ciudades y para la que no existe una estructura organizada de reciclaje en la India (licencia de blog: sin mencionar que la India es un gran productor de tecnología y que, encima, importa este tipo de deshechos de países como Estados Unidos, que los envían en forma de material caritativo).

Aparecimos en una calle donde en tenderetes vendían piezas sueltas: carcasas de torres de ordenador, cables, móviles… Saco la cámara para tomar una imagen de la calle y el vendedor de una de las tiendas sale escopeteado a decirme que no, que no y que no. En inglés muy básico -para que me entienda- me identifico, le explico para quién trabajo y le digo –con muy buenas palabras- que tengo permiso del Gobierno. Sigue diciéndome que no y, renunciando a mi derecho a la información, opto por ser prudente y le digo al conductor que nos vayamos a otra zona, para cuando ya nos rodeaban con toda seguridad más de 150 personas. Todas gritándonos que no. Me cogen la cámara, el micrófono. Me empujan. Los recupero de un estirón y le vuelvo a decir al conductor que nos intentemos ir. Me mira y me dice que no puede. Lo agarran por los brazos y no le dejan ir. Intento hablar con el vendedor que ha montado el follón: “You tell me no Photo. Ok, no photo. So we go. What's the problem?”. Llama a la policía y nos dice que hasta que no vengan, no nos movemos de ahí. Estamos rodeados, y entre toda esta tensión, por la violencia, por la inseguridad, por no saber cómo resolver sin palabras el conflicto salido de la nada… cortocircuito: ¡Quien tendría que llamar a la policía soy yo!

Esperamos a que lleguen los dos agentes. Como era de esperar, no resuelven nada. No saben mediar. Además, actuar en este caso no les da dinero. Viene un niño con una pistola de agua de plástico, y, asombrosamente serio, se planta frente a uno de los agentes y le dispara; después se marcha tranquilo. Esta es la credibilidad y el respeto del cuerpo analfabeto. Mientras tanto, la secretaría de Efe, Shilpi, ya ha hablado por teléfono con varios energúmenos de las tiendas y con la policía durante horas. No acaban con el no problema ni tampoco me dejan ir. Ante esta situación tan inexplicable, que sin haber hecho nada y queriéndome retirar desde un principio no me dejan marchar y nos retienen durante varias horas, se planta Efe en el todoterreno de la policía de la embajada (un miembro del cuerpo de la Policía Nacional y otro del Centro Nacional de Inteligencia). Los tendederos, inquietos, ven que han liado un pollo considerable. Me ofrecen una botella de Sprite. Aunque ellos son mayoría, aquí las cosas se ganan a gritos, amenazas y mostrando una posición social superior. Se revierte la situación. Nos vamos y la policía de la embajada obliga a los policías indios a detener a los tres máximos responsables de la pelea.

En comisaría, escribimos esta queja, que no se formaliza porque no le da la gana al comisario jefe (que bosteza sin parar mientras le contamos lo sucedido). Como en el colegio, vienen los tres detenidos y nos piden perdón. Así se solucionan las cosas… para que la policía pueda extorsionar en el futuro a estos vendedores, amenazándoles con formalizar nuestra queja en denuncia, poniendo un sello a nuestro papel. A todo esto y ya casi por curiosidad, pedimos al cuerpo que nos deje volver al lugar y que nos ofrezca protección policial. Obviamente, eso no ocurre.

Las conclusiones son muchas: una democracia en la que sus ciudadanos no conocen los derechos y libertades; un cuerpo policial de risa, inefectivo, del que no se puede esperar nada; instinto animal de supervivencia: me quieren quitar la tienda, mi único medio de subsistencia, y reacciono atacando; inseguridad ciudadana; prevalencia del sistema de castas y de posiciones sociales; con prudencia no estás a salvo de los conflictos; bochorno por no poder resolver una situación sin poder físico; y mis brazos quemados por haber estado expuesta demasiadas horas al sol.

25 mar 2010

Resignación dilatada

Puesto de comida en Haridwar


¿Cómo puedo culparle? A ver, no lo negaré, es un fastidio. Sobre todo porque ya me había organizado la tarde (salir de trabajar a las 18 horas, ir al mercado a comprar un par de cosas, caminar hasta mi apartamento y preparar la bolsa para el fin de semana en Calcuta). Pero es que la pregunta es, ¿tenía él algún motivo para no hacerlo? Además, me tendría que haber dado cuenta. Cuando le hice una señal para que parara a un lado del camino, tendría que haberme percatado de que no pestañeaba, de que le ofrecí un precio muy bajo y no rechistó, ni si quiera contestó; de que conducía con los ojos fijos en la carretera, pero en realidad sin recorrerla, sólo vagueando en el infinito; de que su mirada estaba totalmente perdida aunque condujera en la dirección correcta; de que aunque no cerraba los ojos su pecho casi estaba apoyado el manillar; de que no se inmutaba ante la descarga de humo de un autobús justo a su lado, ni tampoco de la nube de polvo que levantó al arrancar; de que sus movimientos eran mecánicos, borrachos, drogados… No le culpo, ni si quiera lo he hecho después de que se quedara grogui en el atasco y tuviera que darle palmadas en la cara para despertarlo del estado de trance, ni tampoco después de ponerle el dinero en el bolsillo de la camisa, mojada por el agua que le echó alguno de los conductores que se acercaron al ver este triciclo mal parado, quien sabe si por opio, mariguana o bang. No ha sido indignación lo que me ha llevado hasta casa, más bien resignación. ¿Cómo podría culparle?

18 mar 2010

De pronto, los armarios no pueden esperar al orden


Interior del fuerte de Agra



Siempre me pasa lo mismo. Cuando me obligo a escribir, no me salen las palabras. Aplazo mis deberes. Alargo la espera hasta cumplir con la obligación con pasatiempos absurdos, cosas que nunca haría si no fueran la excusa para driblar una tarea pendiente. Lo más incomprensible es que son cosas impuestas por mí. En teoría, el hecho de que uno mismo escoja qué hacer y qué no, y cuándo, debería proporcionar relajación. Pero esta libertad se vuelve en angustia, siempre, en los instantes previos a saciar mi compromiso con una cruz en el calendario. La cama deshecha y yo sentada frente al portátil. A menudo echo de menos la imaginación y las ideas desordenadas, contradictorias y provocativas de la adolescencia, que me llevaban a escribir textos sin sentido pero con una sonoridad ingeniosa. Pues bien, parece que sólo alimento esta imaginación en los instantes previos a la realización de la tarea, porque se me ocurren mil y una cosas que poder hacer antes que enfrentarme a la pantalla, a mis capacidades. Temo que mi estabilidad emocional haya ido en detrimento de las ideas. La cama desecha, yo sentada frente al portátil, suena una canción cantada con voz rasgada, el ventilador levantando revistas y papeles, también sobre la cama; la taza de té vacía, se me han acabado las cosas de picar –pienso-, las bocinas de la calle a lo lejos, y me da la sensación de que me pesan las gafas, como si estuvieran hechas de plomo y las hubiera llevado durante días.

Después de unos minutos, creo que ya he superado esa angustia del pre- algo. Ya he roto el hielo. Le he perdido el respeto al teclado, a mis críticas y a las de los demás. Es el momento de cumplir con mi obligación, engañándome a mí misma y haciéndome creer que no estoy haciendo una tarea sino dejándome llevar. Ahora es una locura premeditada (con la taza llena, algo de picar, y el volumen de la música bajado al mínimo nivel).

17 mar 2010

This is India (y 2, esperemos)


Mayawati, de nuevo (AFP)



No me lo puedo creer... This is India, part 2.
Para superar la polémica, Mayawati ha vuelto hoy a hacer una aparición pública con una nueva boa en otro mítin, para decir a la India que aún la puede tener más larga -la guirnalda, no la... vergüenza, digamos vergüenza-.

No me vale lo de que es un regalo. No me vale. Y menos siendo una gobernante, una representante de la ciudadanía.
Qué horror, qué mal gusto. Encima refrenda su 'savoir faire'. Regocijándose, con otra guirnaldita de la que le ha hecho entrega el partido. Aunque bueno, no sé qué se puede esperar de alguien que, por norma, va por ahí aceptando regalos cuyo presupuesto viene de ir recolectando rupia por rupia de los bolsillos vacíos de Uttar.

¿Pero quién se cree que es? Y ya, fuera de abstracciones y volviendo al mundo real, ¿quién se cree que la vota?


16 mar 2010

This is India


Mayawati durante el mítin (Foto de PTI)


Esta guirnalda es más asquerosa que la boa que parece. Quien lo lleva es Mayawati, la principal líder política de los dalit, conocidos como ‘intocables’ dentro del sistema de castas indio y marginados hasta el punto de que la gente evitaba el contacto con sus sombras, antaño. Mayawati, que gobierna la mayor región del país -Uttar-, presidió ayer un mítin para celebrar los 25 años de su partido, el Bahujan Samaj Party. No se le ocurrió mejor manera de hacerlo que salir a saludar a la minoría a la que representa –pobres, despreciados, maltratados- con una guirnalda de varios metros de largo hecha con billetes de 1.000 rupias (unos 16 euros). Qué falta de elegancia… lo peor es que su escena con el gusano ha obligado a suspender la sesión parlamentaria india en dos ocasiones debido al enfado de decenas de diputados de la región, que pedían debatir el asunto pese a que no estaba en el orden del día.

La líder ‘intocable’, imputada por la desaparición de 44 millones -en este caso no de rupias, sino de dólares- en un proyecto de infraestructuras, centra sus discursos en la "justicia social". Y eso es todo. This is India.