25 mar 2010

Resignación dilatada

Puesto de comida en Haridwar


¿Cómo puedo culparle? A ver, no lo negaré, es un fastidio. Sobre todo porque ya me había organizado la tarde (salir de trabajar a las 18 horas, ir al mercado a comprar un par de cosas, caminar hasta mi apartamento y preparar la bolsa para el fin de semana en Calcuta). Pero es que la pregunta es, ¿tenía él algún motivo para no hacerlo? Además, me tendría que haber dado cuenta. Cuando le hice una señal para que parara a un lado del camino, tendría que haberme percatado de que no pestañeaba, de que le ofrecí un precio muy bajo y no rechistó, ni si quiera contestó; de que conducía con los ojos fijos en la carretera, pero en realidad sin recorrerla, sólo vagueando en el infinito; de que su mirada estaba totalmente perdida aunque condujera en la dirección correcta; de que aunque no cerraba los ojos su pecho casi estaba apoyado el manillar; de que no se inmutaba ante la descarga de humo de un autobús justo a su lado, ni tampoco de la nube de polvo que levantó al arrancar; de que sus movimientos eran mecánicos, borrachos, drogados… No le culpo, ni si quiera lo he hecho después de que se quedara grogui en el atasco y tuviera que darle palmadas en la cara para despertarlo del estado de trance, ni tampoco después de ponerle el dinero en el bolsillo de la camisa, mojada por el agua que le echó alguno de los conductores que se acercaron al ver este triciclo mal parado, quien sabe si por opio, mariguana o bang. No ha sido indignación lo que me ha llevado hasta casa, más bien resignación. ¿Cómo podría culparle?

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