He acabado “Semillas mágicas”, escrita por el premio Nobel de Literatura V.S Naipul, sobre un movimiento de liberación de la India. El tormento interior de su protagonista, Willie, se me hizo insoportable las primeras 200 páginas. Soporífero. Sentía la angustia del personaje, embaucado por el activismo como salida a una vida sin motivación, implicación, ni compromiso social.
En sus momentos de lucidez, Willie se da cuenta de que está amarrado a una causa perdida, que además no es la suya. Llega a esta conclusión al advertir que mató a personas inocentes y no le suscitó inquietud moral hasta meses después de su acción.
Las últimas 100 páginas, en cambio, se centran más en ridiculizar a otro personaje. Y aunque nadie quiera el mal para los demás, la sensación es de alivio.
Ahora toca la “La ciudad de la alegría”, de Dominique Lapierre, que tratará sobre una barriada de Calcuta. Parece que son relatos duros pero que transmiten confianza en el ser humano. No como “Semillas mágicas”.
Aunque el libro de Lapierre me lo compré con ilusión, las primeras páginas me han decepcionado mucho. Creo que la culpa es de la edición tan horrenda con la que me he hecho. Hay que decir que no me gasté ni 200 rupias en él, pero claro, es que los billetes a Calcuta para dentro de un par de semanas, también comprados con ilusión, me han costado bastante más. Total: 525 páginas en un papel feísimo, cuya mancha está borrosa y la tipografía es enana. Ni una página de cortesía entre portada y el inicio del texto… que para colmo no es inicio de la novela, sino carta del autor que empieza con un “Dear reader” bastante pretencioso, y que acaba haciéndote saber los millones de dólares que ha destinado a proyectos humanitarios. Después de las medallas –ya juzgaré si merecidas o no cuando consiga acabar este montón de hojas encoladas-, vienen titulares de la prensa internacional alabando la obra. Y, para colmo, cuando llegas al final de la página habiendo leído cosas como “made me cry”, “must be read by millions”, “joyous journalism” o “great lessons of resilience and dignity”, hay un pie que te indica que no ha sido suficiente –“more…”- para que continúes asombrándote en las siguiente seis páginas -¡seis!-.
Después de esto, no he podido evitar cotillear y saltar al epílogo de la página 498, donde el autor expone que las condiciones de vida de los habitantes de la Ciudad de la Alegría han mejorado de forma evidente desde su relato de los hechos. Y por no mnecionar la nota del autor antes del inicio de la novela, ni, por supuesto, la del final: “When I left it –Calcutta- two years later with some twenty pads full of notes and hundreds of hours of tape, I knew I had the material for the best book of my career”.
Pues cuando pensaba que el cachondeo no podía ser mayor, me he encontrado con un apéndice que señala en 18 puntos los proyectos impulsados por el altruista escritor para combatir la pobreza en iniciados en Calcuta y en el delta del Ganges. Y, no siendo suficiente, se adjunta una entrevista de 10 páginas a Dominique Lapierre sobre su último libro “A thousand suns” –seguro respuestas de lo más improvisadas y sinceras-. La verdad es que, en este punto, ya me ha sorprendido de que sólo fueran dos las páginas de agradecimientos.
Creo que han sido las menos de 200 rupias mejor invertidas porque muy poco dinero ha suscitado una gran reacción en mí, ¡y eso que todavía no he empezado la novela! Igual habría sido mejor idea ver la película…
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